Tuve una revelación de tono catastrófico. No quiero exagerar, pero tendré que hacerlo. Digamos que tuve un Ratatouille invertido. Recordemos, en Ratatouille, la película, el crítico tiene un momento de conexión profundo con su infancia, con la esencia de la vida, de la comida, tras probar el platillo llamado justamente Ratatouille y que lo transporta directamente a la infancia. En mi caso, yo tuve un Ratatouille invertido que es algo que sucede en muchos casos cuando de adulto uno se enfrenta a una situación que lo transporta directamente a la infancia pero no para conectarlo con la raíz de los sentimientos más puros si no con lo más triste de los recuerdos. En mi caso, mi Ratatouille invertido se dio porque fui a un cumpleaños infantil y comí un pedazo de torta, y en ese momento, todo el precario equilibrio en que estaba sostenido mi mundo se derrumbó.
Lo primero que voy a decir, casi como una declaración de principio. No estoy dispuesto nunca más a comer un pedazo de postre que no tenga: o helado o dulce de leche. Fin de la cuestión. No voy a comer nunca más una torta que tiene bizcochuelo, durazno, y crema o merengue o una porquería similar. Ni siquiera frutillas, ni aunque vengan acarameladas en ron. Listo. Yo no vine a este mundo a comer postres que no tengan dulce de leche, yo no nací en la tierra de Hernandarias para que me den de comer crema pastelera. Y si no, bueno, tendrá chocolate que puedo llegar a aceptarlo, o helado. Y si es helado de dulce de leche mejor. Como soy un nuevo uruguayo te voy a comer un lemon pie, o un cheescake, porque entiendo que si está muy frío pasa como helado, pero hasta ahí. No quiero ver nunca más una isla flotante por ejemplo, no tengo ningún interés en que me arrimen un crumble de pera, o panqueque de manzana. Prefiero masticar un pedazo de servilleta.
Ayer comí un pedazo de una torta. Era un bizcochuelo precioso, hermoso, esponjoso. Todo cubierto de una crema buenísima, en su punto justo de dureza y suavidad, sopleteada hasta el caramelo por una mano experta. Yo dije, bueno, bien, ahora acá adentro habrá un buen cacho de dulce de leche repostero, habrá un dulce de leche espeso y fresco, que vuelva a esta experiencia el equivalente culinario del nirvana. Mordí, clavé mis dientes como un león clava sus colmillos en el cuello de la gacela, me preparé a beber del cáliz sagrado del dulce de leche. Y, esto es duro de decir, me cuesta todavía hoy hablar del tema, me tiembla la voz, se me hace un nudo en la garganta. No se como seguir. Cuestión, es que mordí y adentro dle bizcochuelo había… duraznos en almíbar. Y ahí me retrotraje a la más tierna infancia, pero con la tristeza más profunda de
Recordé estar una tarde de domingo en lo de mi abuela. El calor asfixiaba afuera, pero adentro la casa se mantenía fresca. Magia de abuelas. Cortinas que se bambolean con la brisa, la oscuridad prepara la siesta. Había terminado de comer, 3, 4, 5 milanesas, cuando comer milanesas era comer hasta que no se podía más. Y de repente, las palabras mágicas. Surgiendo del fondo
No, no, no, obvio que no quiero duraznos en almíbar, por dios, cómo voy a querer duraznos en almíbar. ¿Quién querría duraznos en almíbar? ¿Por qué me daban eso? O sea, quien quiere transformar una de las frutas más nobles del mundo, como el durazno, en una especie de sustancia viscosa, gelatinosa, con una textura realmente espantosa, generalmente saliendo de una lata caliente de las profundidades de un armario interminable. Todo eso sumergido en un líquido a la temperatura del averno, un líquido espeso, que te plastifica los dientes, y que tiene suficiente azúcar para reabrir la planta de Espinillar. La abuela, en su punto máximo de traición, transformaba el ¿Queres postre? que abre el alma de un niño, en una tortura. ¿Sabes que? hasta prefiero comer una fruta de postre antes que manducarme un durazno en almíbar.
¿Era un postre pobres? Duraznos en almíbar o bueno, ya directamente gente que no quiere la vida, que te da Ananá en Almíbar
Cosas sin dulce pero no son postre. Quiero recomendar el budín de limón de Juana que fue una cosa extraordinaria.
¿No habíamos descubierto el lemon pie y el cheescake?
¿Qué ondas los sobrecitos de postres? ¿se siguen usando?