Según la Organización Mundial de la Salud, la adolescencia es el período en la vida de una persona que comprende entre los 10 y los 19 años. Y en algunos casos la adolescencia se ve interrumpida cuando se presenta un embarazo.
Una de cada cinco mujeres en el mundo tiene un hijo antes de los 18 años y en las regiones más pobres del planeta una de cada tres mujeres son madres en la adolescencia. En cambio, en nuestro país el 11% de los nacimientos involucran a una mamá adolescente; en 2019 subió un poco el porcentaje para volver a bajar en el 2020, y esto tiene que ver con la Ley Ive por un lado y por políticas de prevención por otro. De todas maneras, aún hay cifras y datos alarmantes a los que hay que prestarles suma atención.
En cuanto a la salud, los embarazos en la adolescencia tienen riesgos adicionales tanto para la madre como para el bebé. Por otra parte, con frecuencia, las adolescentes no reciben los cuidados prenatales a tiempo, lo que puede provocar problemas posteriores. Tienen mayor riesgo de hipertensión arterial y de morbimortalidad; en cuanto al bebe, los mayores riesgos incluyen partos prematuros y niños con poco peso al nacer.
La psicóloga especialista en adolescentes Carmen Rodríguez expuso sobre cómo son las condiciones emocionales de una adolescente que enfrenta la posibilidad de una temprana maternidad.
Esto tiene que ver con los procesos de exclusión social y de pobreza estructural y pobreza extrema, es decir, que es un fenómeno ligado a poblaciones vulnerables.
En consonancia con la tendencia que marca la tasa de fecundidad global en el país, los embarazos infantiles disminuyeron de manera sostenida desde 2013, con un leve pico en 2019, para retomar un descenso en 2020. Si bien esta baja es una buena noticia, los datos muestran que, en los últimos cinco años, 431 niñas y adolescentes de 14 años o menos tuvieron una hija o un hijo en Uruguay.
Estos embarazos a temprana edad, además de implicar riesgos para la salud física y emocional de las niñas y adolescentes, afectan sus trayectorias vitales, porque interrumpe los procesos educativos y quebranta también las posibilidades de inserción en el mercado de trabajo.
En Uruguay, según los datos de un estudio realizado por Amnistía Internacional, la mayoría de los embarazos infantiles se concentra en el interior del país. A modo de ejemplo, de los 60 nacimientos que hubo en 2020 en niñas y adolescentes de menos de 14 años, 21 tuvieron lugar en Montevideo (35%) y 39 en el resto de los departamentos (65%).
Estos números pueden explicarse, en parte, por la dificultad para acceder a servicios de salud sexual y reproductiva descentralizados en algunas regiones del interior.
Estos embarazos esconden detrás profundas desigualdades socioeconómicas y de género, y –en la mayoría de los casos– están vinculados a situaciones de violencia sexual.
Sobre este tema dialogó con Andrea Tuana, trabajadora social y representante de la Intersocial Feminista:
Desde hace varios años, Amnistía Internacional advierte que los embarazos infantiles son la “punta del iceberg” de un problema más profundo, que en la mayoría de los casos esconde situaciones de violencia sexual prolongadas en el tiempo.
Estamos hablando muchas veces de abuso intrafamiliar, pero en algunos casos también de explotación sexual de niñas.
En 2020, el 21% de las situaciones de violencia hacia niñas, niños y adolescentes en las que intervino el Sistema Integral de Protección a la Infancia y a la Adolescencia contra la Violencia (SIPIAV) corresponden a casos de abuso sexual (19%) y explotación sexual (2%).
Informe realizado por Alejandra Couto para Mejor Hablar.