A principio de los 2000 hubo un cambio en la forma de pensar la movilización por la diversidad y comenzaron los reclamos por igualdad e inclusión, dijo Diego Sempol

Foto: Nicolás Celaya /adhocFOTOS

A partir de los primeros movimientos por la diversidad realizados en Uruguay en 1993 se fueron dando cambios progresivos en las estrategias de movilización y en materia de reclamos en donde se pasó de la demanda por “derechos negativos: basta de discriminación y basta de persecusión policial” a “reclamos de inclusión e igualdad”, según el investigador Diego Sempol.

La primera movilización por la diversidad en Montevideo fue en 1993, y hoy se realiza en diversos puntos del país. Dada la proximidad de la fecha en que se conmemora la marcha, 24 de setiembre, el docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales, Diego Sempol, quien se ha dedicado a estudiar estos temas, estuvo en Mejor Hablar de M24. 

Sempol explicó que las primeras organizaciones homosexuales uruguayas se crearon “al calor del fin de la dictadura”. Específicamente, en el año 1984 aparece la Fundación Escorpio, la cual junto con Homosexuales Unidos (fundada en 1988) trabajaron especialmente en el problema de la violencia policial. En esa época las razzias policiales, es decir las redadas violentas, “eran una dificultad recurrente”. Se realizaban en centros nocturnos de sociabilidad homosexual, manifestó. 

Una vez que se cerró el ciclo de la transición democrática y que la violencia policial se fue de alguna manera superando, “en los años 90 se empieza a instalar la necesidad de avanzar sobre el espacio público para desarrollar lo que se conoce como una política de visibilidad”, expresó el experto. En esa década los reclamos se basaban en lo que se conoce como “derechos negativos: basta de discriminación y basta de persecusión policial”, es decir un reclamo por las garantías mínimas para poder tener condiciones de habitabilidad, explicó. 

Las marchas surgieron con “el objetivo de ocupar el espacio público tiene que ver con romper la presunción social de que todos somos personas heterosexuales”. La invisibilidad recurrente hacia la diversidad sexual deriva en “situaciones específicas de vulnerabilidad” y por eso se hace necesaria su visibilización, para que las personas con distintas formas de sentir tengan los mismos derechos y garantías, expresó. 

En esa línea es que desde 1993 se ha adoptado la “categoría orgullo” por su implicancia política, desafiante de la norma de la época de que la diversidad sexual debía reprimirse y era oprimida. Durante esa década “ese criterio de orgullo progresivamente se fue extendiendo” y se unió a las categorías de identidad: “estoy orgulloso de ser homosexual, lesbiana, trans, travesti”, ejemplificó el investigador. Este proceso se vio en toda la región. 

A fines del siglo XX y con más fuerza a medida que avanza el siglo XXI, “empiezan cada vez más fuerte los reclamos de inclusión e igualdad”. Eso se vió reflejado cuando “toda una nueva agenda progresiva de derechos que se fue instalando”. Además, este cambio se vio acompañado de una transformación en las estrategias de movilización en donde se busca ejercer más impacto. 

En ese aspecto, en 2005 aparecen “todo un nuevo listado de organizaciones”, como el colectivo “Ovejas negras”, “Uruguay celeste”, “Llamale H”, cooperativas LGBT, contó Sempol. Ahí se vio “un cambio muy importante en la forma en que se pensaba la marcha y la protesta social”.

En la actualidad, en muchos ámbitos de nuestro país no ha habido una transformación importante en relación al respeto a la diversidad aunque en los últimos 20 años se logró consagrar una normativa de derechos, expresó el investigador. Todavía existen situaciones en las que las personas deben elegir entre derechos, dijo y dio el ejemplo de un hombre homosexual que debe elegir entre ejercer el derecho a casarse y ejercer el derecho al trabajo, porque si contrae matrimonio corre riesgo de perder su puesto laboral. 

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