Hay un mecanismo de defensa viejo, peludo y conocido por todos los cristianos víctimas del psicoanálisis y afines, que conocemos como PROYECCIÓN. Se dice técnicamente que proyectar es atribuirle a otras personas las propias virtudes o defectos, incluso sus carencias. De esta forma, se «proyectan» los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia algo o alguien y atribuyéndolos totalmente a ese objeto externo.
No hace falta hurgar mucho en la memoria para identificar este mecanismo haciendo de las suyas, como siempre la psiquis es tramposa y nos deja ver con mayor claridad esta cualidad en los demás, mucho más rápidamente que en nosotros mismos. Pero no hay que rascar tanto para ver como hemos proyectado, proyectamos y seguiremos proyectando hasta el fin de nuestros días, con total descaro y con convicción de estar haciendo las cosas bien. Pero como la palabra proyección se asocia con la luz, supongo que nuestro querido y tan mencionado Jung, tenía razón cuando decía que el inconsciente tiene forma de sombra, y que cuando no recibe la luz de nuestra conciencia, la proyectamos indefectiblemente sobre los demás. Somos luz, sombra y todos los matices que hay en el medio.
Entonces una vez sabido y entendido esto, podemos seguir proyectando tranquilamente en los demás, aquello que nos hace quedar mal de nuestro propio ser. Hasta aqui no habría problema, si uno lo hace a ciencia y conciencia. El problema, como siempre, ya lo decía Sartre: el infierno son los otros. Son los otros. Porque mientras la persona objeto de proyección no se da cuenta que le estás proyectando tu bazofia, la cosa va bárbaro, uno incluso puede hasta sugestionarlo con que es algo que no logra ver de si mismo, o porque no vas a terapia. Pero cuando la persona en cuestión se logra dar cuenta que hay algo raro, que justo eso que le estas diciendo no le pertenece, o no es así. Ahí aparecen frases como frases tales como apaga el proyector, o eso no es mío, llévatelo. Esa gente es lúcida y difícilmente sirva de lienzo blanco para poder proyectar tranquilos. Pero por suerte hay seres mas acuosos que se confunden ante este tipo de situaciones, prestando el cuerpo para recibir rayos laser de proyección, sin ser capaces de defenderse psíquicamente.
Un ejemplo claro de esto: es el tema de los celos: Cuantas veces se ha escuchado en el formato pareja: Te gusta fulanite…eh? No, enserio no me gusta. Si, te encanta y estas pensando en ella. No, pero te juro que no. De hecho me gusta mas, Menganite…eh?? Como? Entonces te gusta Menganite también? No, te quería decir que en realidad…Me estas diciendo que aparte de gusta Menganite, Fulanite, te gusta todo el mundo…Pero no gordiii
Este caso es un clásico ejemplo de como una proyección sin detectarse a tiempo puede llevar a un espiral infinito de túnel sin salida, una vez que se entra no se logra salir. Podríamos concluir de este análisis es que es una cuestión de simetrías, cuanto menos lo asumo como propio, mas se la tiro al que tengo al lado. Lo cual sería equitativo y justo si cada quien pudiera proyectar al de al lado, lo propio y así sucesivamente hasta completar la humanidad. Matemáticamente sería perfecto, y quien llegara a la ultima persona podría ser una especie de Buda que no necesite proyectar porque ya se ha iluminado.
Entonces se resolvería el tema de andar queriendo llevar todo a la conciencia y asumir lo propio todo el dia, que necesidad.
Esta es mi propuesta, no sé, la tiro.