Los sapos que nos tragamos en pos de un bien superior. O que hacemos. Siempre me asombra ese tema. Si de mi dependiera, el avance de la humanidad estaría proscripto de cualquier actividad medianamente ingrata. Quiero decir, no sé que fin superior me haría realmente hacer algunas de las cosas que han hecho avanzar a la ciencia. Ni que hablar todas las que tienen que ver con la valentía, como pensar que se puede hacer volar un aparato por primera vez, o subirme a un barco rumbo a la nada, llegar al polo sur, todo eso. Pero también las más sencillas, como por ejemplo, yo imagino que si hubiese sido de los primeros seres humanos que pensó en tomar leche de una vaca hubiese dicho que no valía la pena. Quiero decir, yo hubiese mirado a mi compañero y le hubiese dicho… naaaaa, no vale la pena. O sea, yo no voy a ir a manosearle las tetas a ese bicho ni aunque le salga dulce de leche. Ojo, capaz que te hubiese evitado mucha catástrofe también. Ponele que venía el Papa Gregorio a decirme que había que invadir a los bárbaros, por religión o por plata o por lo que sea. Yo le hubiese dicho lo mismo, ni loco me muevo de acá 3000 kilómetros a caballo para llevar la fé cristiana papá, o papa. Ni loco. O construir las pirámides. Uh loco, que pereza. ¿Tantas ganas de tenes de hacer unas pirámides? No está mas lindo para tomar birra a orillas del Nilo?
Por suerte el progreso del ser humano y la mejora de su calidad de vida no depende de mi, en ese sentido es una ventaja porque mi capacidad de esfuerzo es prácticamente nula, mis ganas de estar en una situación incómoda son cero. Eso en mi vida cotidiana también es así eh. Con las cosas médicas por ejemplo. De profesiones tortuosas hablamos, y la imaginación nos lleva automáticamente al dentista. Saquemos las obvias, seguramente sea más ingrato enfrentarse al poder de la ley, de las armas, pero en las cotidianas el dentista pica arriba. Tengo la sensación de que si de mí dependiera no tendríamos dientes y comeríamos líquidos. Realmente cuántos beneficios puedo obtener a cambio de que un tipo con un torno me refriegue las encías? Es decir, miren que yo voy, me saco la muela del juicio con todo criterio, me limpio las teclas y todo eso. Pero hay un momento en que uno está ahí con la boca abierta, y una piba está haciendo palanca con un bisturí para aflojarte una muela, te corre baba y sangre por un pañuelo celeste atado con una cadena de plástico tipo de chupete, y cuando escupís te das cuenta que salen coágulos, y ahí vos decís…. tanto necesitaba esto?
Me extraña que sigan pasando estas cosas al día de hoy. Por ejemplo, la osteopatía. No tengo idea sus fundamentos científicos y médicos, ni me interesan. Pero me sorprende la capacidad de la humanidad de someterse a esos momentos. ¿Cuánto nos duele el cuello o la espalda como para pasar por ese momento? Uno va, y todo empieza más o menos bien, trabajas parado o sentado? ¿Cómo dormís? que nunca falte el como estas yendo de cuerpo? y cosas así, pero de repente todo cambia, en la camilla todo se vuelve raro, empiezan masajes, dedos friccionando la piel, y cuando queres acordar de nuevo, una tipa está haciendo origami con tu cuerpo, pasando un brazo por acá, metiendo una pierna por allá. Y de repente todo se vuelve confuso y extraño. Vos a ver, ponete acá boca arriba, la mitad del brazo para afuera, este brazo por acá, y de repente te pone una rodilla en el pecho y te levanta la cabeza, en un segundo pasas a estar agarrado como en una llave de karate, una rodilla en el estomago, una teta apoyada en el cachete, el aliento tibio de otro ser humano llenándote las fosas nasales, pudiendo averiguar que comió hace 3 días. Y ese momento en que te dice, respira profundo… y vos respiras profundo y cuando exhalas, sentís lo que siente un frasco cuando le tratan de sacar la tapa con un repasador. Todo se comprime, se vuelve oscuro, no podes respirar más que el aire cliente de la otra persona, y encima hace ruido todo. Ella dice, a ver relájate un poco. No, claro, disculpa que no me relajé suficiente cuando me estabas girando la cabeza para el otro lado mientras me ponías rodilla en el estómago. Será que vi muchas películas de Steven Seagal, pero para mi ese es el giro de la muerte. Y ahí vuelvo a pensar, ¿Cómo terminé acá? ¿A quién le hice caso? ¿Qué momento de desesperación estaba pasando para decir que sí a esto si ya se como soy yo? Y de alguna manera vuelvo a pensar en eso, en que si de mi dependiese creo que seguiríamos viviendo en un bosque comiendo frutos y muriéndonos a los 32 años.