El dolor del super héroe

El fútbol tiene muchas cosas atractivas y me deslumbra cuando un partido entre amigos puede vivirse como una final de Libertadores. Pero esa energía se vuelve más extraordinaria aún cuando en un partido de multimillonarios en el Parque de los Príncipes de París se producen actitudes dignas de un picado de barrio. Ahí es cuando todos conectamos emocionalmente con los grandes jugadores. Cuando se abrazan como niños Neymar y Mbappé después de un gol en la hora o cuando un veterano defensor se enoja porque le hicieron un caño que lo sintió baboseo. Ahí se produce la magia, cuando los super héroes se vuelven humanos con emociones incontrolables, como nosotros, los simples mortales.

Pero hay otra dimensión de identificación que es más profunda, que tiene que ver con el dolor. Hace unos días sucedió algo muy inusual en el mundo del fútbol. Dos grandes amigos, Luis Suárez y Lionel Messi, erraron un penal cada uno de ellos jugando para sus equipos. Suárez en el Atlético de Madrid, en un partido que ganaron en los descuentos frente Getafe y Messi jugando para el PSG frente al Real Madrid, que también tuvo una victoria agónica. Dos jugadores gigantes, que asumen toda la responsabilidad en ese toque milimétrico y que sintieron su corazón paralizado por el no gol. Ese momento tiene toda la épica de la tragedia, pero hay un paso más en esa estela de sufrimiento. Las cámaras los siguen durante unos segundos para dejar en claro que lo que pasó fue inesperado. Sus caras, ya acostumbradas al devenir del juego, tienen un primer impacto pero logran salir del pozo rápidamente. Sus primeros pasos están afectados, pero como si fueran locomotoras vuelven a su ritmo habitual.

Es tal el vínculo que tenemos con los grandes jugadores que durante los próximos minutos los que estamos viendo el partido solo pensamos en que estará pasando por sus cabezas. Incluso cuando sus equipos los rescatan de la derrota, en el festejo del gol hazañoso, pensamos, ¿qué estará sintiendo Messi?

No era la primera y seguramente no será la última vez que estos grandes jugadores erren un penal, pero la llegada a sus casas, el encuentro con sus familias, ¿será igual que siempre a pesar de haber errado ese penal? Creo que son tan buenos profesionales que tienen muy claro como resolver estos conflictos. Simplemente soy yo el que quedo envuelto por ese momento. Ellos salen a buscar la próxima pelota, porque tienen claro que lo que pasó no tiene solución y ya están trabajando para el próximo festejo.

Relatos jugados. Andrés Rodríguez Colombo

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