El caso de Ámbar, la niña de 2 años que lucha por su vida después de una ráfaga de balazos, fue el ejemplo que propuso el sociólogo Gabriel Tenenbaum para reflexionar sobre la necesidad de un sistema que sea capaz de captar a los casos de mayor vulnerabilidad en niñas, niños y adolescentes.
Ámbar tiene 2 años. Es la niña víctima de una balacera que acabó con la vida de su padre, de 22 años, en medio de un aparente ajuste de cuentas. Durante la entrevista de Nada Que Perder al sociólogo Gabriel Tenenbaum de este miércoles 15, recordó que recibió 5 balas que le causaron 15 orificios.
“Es una bebé. Un cuerpo chiquito, de menos de 1 metro y 12 kilos”, describió. Los factores de riesgo y las condiciones de desventaja se conocían desde que nació.
Y relató: “Ambar nace, le hacen un certificado de nacida viva y queda registrada en los sistemas del Estado. Después, empieza los estudios pediátricos. Posiblemente tenga partida de nacimiento, alguna experiencia oportuna en un Centro CAIF, con la sociedad civil, en el barrio”.
“Cada uno de los contactos que ha tenido Ámbar con la sociedad civil son una oportunidad para alertar y trabajar; los factores eran conocidos desde el día cero. ¿Quién está analizando eso? No puede llevar más de diez o quince personas, con redes, que permita conectar los sistemas del MIDES, el Ministerio del Interior, Inisa, de forma de proteger a todas estas vidas que estamos trayendo al mundo”, identificó Tenenbaum.
Se requiere un sistema de “huellas” que permita generar alertas, propuso. No para prevenir cada una de las situaciones pero sí para salir de una perspectiva situacional-inmediata, de que es imposible prevenirlas, añadió.
“Pasaron dos años de la vida de Ámbar, hubo muchas opciones para hacer cosas que no estamos haciendo”
Cada tres días ocurre una herida de arma de fuego en un niño, niña o adolescente. El caso de Ámbar es cada vez menos excepcional, advirtió el analista. Y la situación es contundente y preocupante en la vida de cada uno de ellos.
