Embrujo teatrero

Ayer fue Martes 13, día de embrujos y gualichos. Y tengo ganas de hablar de eso, de la magia que se construye con laburo, del teatro, de la amistad y por qué no, de la micro política. Ayer se cerró un proceso de laboratorio que duró un año pero que dura una vida adentro de cada uno y una de les que estuvimos ahí. Porque cuando damos una tajada grande de nosotros mismos, por algo en lo que creemos y defendemos. Eso se expande y se propaga, y se multiplica en algún lado. Y no a través de las luces, los números y los focos. A través de la posibilidad de transformación y transmutación que tenemos todas las personas que habitamos este planeta. En cualquier punto del universo, podemos movernos aunque sea un milímetro hacia el costado de lo que no queremos. Incluso cuando todo el gran equivocado aparato social, te ponga techos, te oprima, te quiera convencer de que tu existencia tiene poco valor. Y que encima sos algo determinado y de ahí no te podés mover, casi como un destino escrito. Aún así, eso es mentira. Y de eso he sido testigo, cómplice y fanática espectadora. Les diría que mi vida se debate entre la psicología y el teatro, porque confío ciegamente en la capacidad de transformación de una persona.

Y no es un precepto new age, no es algo liviano, ni gratuito. He visto personas desgarrarse las vestiduras y el alma arriba de un escenario, o en el consultorio. He visto como alguien aniquilado por un diagnóstico psiquiátrico, podía conmover a una sala de 150 personas, vi como un gurí que fue abusado por todas las personas de su confianza, me enseñaba sobre la confianza, la humildad y el cariño, como nadie. He visto muchas cosas que se alejan de la mezquindad parasitaria en la que viven algunas personas, que vampirizan otras almas para nutrirse de algo. Porque adentro no hay un sentido, no hay una pregunta, no hay nada más que escasez de sentido.

Pero iría en contra de mi misma si pienso que nada de eso tiene arreglo, que existe un ellos y un nosotros, que no formamos parte del lado Z de la maquinaria social, y que somos buenos y ajenos, a todo esto. Pero existen maneras distintas de hacer las cosas, lo que contemporáneamente llamamos micro política. Que se define en el minuto a minuto de nuestras vidas, que tiene que ver con cómo nos miramos entre nosotros y nosotras. Y las acciones concretas, las decisiones, las emociones y su gestión.

Y eso se aprende, pero también se desaprende y también se puede transformar. Y hay grupos, encuentros, personas, que nos interpelan no por lo que dicen, sino más bien por lo que hacen, sus acciones y su percepción de las cosas.

Y en el Teatro, así como en cualquier espacio artístico de creación colectiva, esto sucedió una vez. Sucedió la magia, el embrujo, la colaboración absoluta de varias vidas existiendo en un mismo tiempo ficcional o no, que están rodeadas de mil mambos, pero con la belleza de querer transformarlo en belleza. No es de entender, es de sentir. Y los grupos sabios entienden que nunca la cosa pasa por los vericuetos del ego, y sacar tajada propia. No hay inteligencia en eso. Pero son estilos, claro. 

Y ayer se cerró este valioso proceso, y lloré con lágrimas por el miedo de que eso no vuelva a pasar, que loco ese miedo. Una manera angustiosa de cerrar un proceso es creer que nunca más vamos a encontrarnos con eso. Que de hecho es algo que construimos a base de laburo y amor, mucho de eso. Pero por qué creer que eso no se va a volver a repetir? Porque entregarle el poder a otros, no? 

Porque no reconocer los méritos propios, aunque afuera nadie los vea?

Me quedo cerrando el año con un aprendizaje inmenso, en días donde intento entender la simetría exacta entre recibir tanto rechazo como valorización. Pero con el diario del lunes, la pregunta es: ¿para quién hacemos lo que hacemos?

¿Quién esperamos que nos reconozca? ¿Qué cosa?

Es un proceso arduo el de pelear por lo que uno cree, pero después tenés el premio de ver el acto de la creación, que en definitiva es algo que todos y todas tenemos y lo ejercemos día a día. Celebro de corazón y con toda la cursilería de ilusión romantiquera, que exista siempre el encuentro, la creación colectiva, la cooperación y la pasión de darlo todo en lo que hagas. Porque si lo das todo, te vuelve todo. Aunque te apedreen la moral, bien adentro vos sabes cuanto valen las cosas. No nos olvidemos de lo que importa de verdad. Nunca.

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