Hay que dejar de mirar al agro como un sector al que hay que extraerle recursos para sostener otras iniciativas, reclamó ministro Da Silveira

Pablo da Silveira

Para el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, Uruguay tiene que superar algunas ideas “que no nos hacen bien y conducen a falsas oposiciones”, y mencionó puntualmente la del agro como “un sector al que hay que extraerle recursos para sostener otra clase de iniciativas”. “La historia del país no se entiende si no se pone en el centro a la producción agropecuaria”, reflexionó en la presentación del libro por los 150 años de la Asociación Rural del Uruguay.

La producción rural uruguaya contribuyó al desarrollo de la caminería, puentes, vías férreas, al nacimiento de poblaciones y la consolidación del paisaje físico y humano, rescató Da Silveira y publicó este martes 30 el diario El Observador, en una nota titulada: “La tenaz defensa del valor de la agropecuaria que hizo el ministro de Educación y Cultura”.

El mundo rural, además, está asociado al crecimiento económico, al desarrollo de oficios, la introducción de tecnología y la inserción del país a grandes circuitos comerciales, así como a la instalación de escuelas, a la creación de Mevir y a la vida universitaria ligada a las facultades de Veterinaria y Agronomía, insistió el ministro.

En otro pasaje de su oratoria, extractada por El Observador, Da Silveira añadió el peso de la producción agropecuaria en las exportaciones del país y en la vida económica: “es difícil encontrar un área que no tenga absolutamente nada que ver con el agro”, aseveró. Indicó la capacidad del sector para abrir fuentes de trabajo.

Es por esto que el ministro abogó por “superar algunas ideas que no nos hacen bien y conducen a falsas oposiciones, en particular la idea de que es un sector al que hay que extraerle recursos para poder sostener otra clase de iniciativas; tiene que pagar impuestos, como todos los sectores, pero sus contribuciones son mucho más complejas y variadas que eso”.

En la sección “El campo, del poder material al poder simbólico”, de la publicación “Elites sin destino” de la fundación FESUR-Uruguay, el docente de la Facultad de Ciencias Sociales, Miguel Serna, que se especializó en el estudio de las élites uruguayas, identificó a las añejas familias de la élite con los negocios vinculados al campo. Sin embargo, los procesos históricos desplazaron esta referencia histórica de la producción rural.

En parte, señala Serna, porque buscaron otras áreas de actividad para “hacerse fuertes como forma de competir ante el avance de los inversores extranjeros en Uruguay”. El docente de la misma facultad, Juan José Geymonat, coincide con esta mirada: se piensa que el poder económico está ligado a la propiedad rural, y eso hace décadas que ya no es así.

Según Geymonat, las clases altas mantienen poder simbólico a través de las gremiales del agro, como la Asociación Rural. Y ofrece una reflexión para cerrar ese capítulo del informe: “si bien ya no manejan los negocios más redituables ni tampoco la tierra, que ha pasado a manos de sociedades anónimas y fondos de inversión foráneos, los sectores de la élite rural y agroindustrial mantienen una carta de poder que suelen repetir: ‘si nos va mal el país tiene problemas, y si nos va bien llega la bonanza’”.

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