La construcción de la épica conservadora

Por Linng Cardozo

“¡¡Esto es una guerra, señores, es una guerra!!”, exclamó la senadora oficialista Graciela Bianchi al referirse a la lucha contra la pandemia. Pero, sin mayor esfuerzo, uno advierte que hay otra guerra sobre ideas, valores e historia. Es la lucha por la centralidad comunicacional y la conquista de la mayor cantidad de adhesiones hacia cada uno de los dos modelos en pugna.

DOS PEDAGOGíAS

A lo largo de la historia del siglo XX y lo que va del XXI se pueden advertir algo así como dos modelos, dos visiones, dos avenidas anchas por donde transitan valores y una forma de ver el mundo y las sociedades.

En términos gruesos se podría decir que hay un modelo conservador y concentrador de la riqueza, y otro progresista, mas preocupado por la equidad y los equilibrios sociales. En otros términos, uno podría hablar de un relato de sensibilidades impulsado por la “pedagogía del individualismo” y otro que fomenta la “pedagogía de la solidaridad”.

En el actual escenario uruguayo, la pugna es clara pero -a diferencia de lo que ocurre en otros países – los modelos parecen matizados aunque cada tanto asoma el hilo de la costura.

Tan solo una prueba para luego avanzar: el 25 de febrero de este año, el presidente Luis A. Lacalle dijo en la 108ª Expo Rural de Durazno que “más que socios, somos sus empleados”, según contó la crónica del diario El País. La periodista agregó: Lacalle fue aplaudido “fervientemente por su incansable trabajo de tocar las puertas del mundo para abrirle paso al país”. 

(Vaya un datito de color: el 11 de diciembre de 2019, el presidente brasileño Jair Bolsonaro -que había sido premiado por una organización empresarial con la medalla  “del mérito industrial”, defendió las reformas de corte liberal en el país y pidió a los empresarios que le exijan cambiar decretos y legislaciones para acelerar los procesos económicos. “Soy empleado de ustedes y no al revés”, dijo el ex capitán). 

La consistente política de Lacalle -que fue el padre de la expresión los “malla oro”, para más datos – expresa una línea genuina del Herrerismo a la que se han sumado, por conveniencia de poder o por coincidir a secas, distintas fuerzas de la amplia avenida neoconservadora.

En la misma línea, pero descarnadamente, el diputado colorado Gustavo Zubía amplió sustancialmente el concepto que habitan en muchos legisladores y jerarcas de gobierno: “Son modelos económicos sociales que podemos discutir hasta el día del Juicio Final. Obviamente, hay una política de mercado donde se prioriza la producción y hay una política de solidaridad, las dos respetables, pero lo que pasa es que son modelos. Modelos que ¿sabe dónde se cambiaron? La LUC (…) cambió la filosofía de este país. Porque hubo gente que dijo basta con esta filosofía de solidaridad, amor y condescendencia”, y concluyó: “La LUC termina con la solidaridad y el amor”.

EL ADEMAN AUTORITARIO Y PUNITIVO

Tanto blancos como colorados (recuérdese los plebiscitos impulsados por Jorge Larrañaga y Pedro Bordaberry), incursionaron por el tema seguridad en función de ciertas demandas que la sociedad estaba planteando, sobre todo como consecuencia del aumento de la violencia y la expansión del negocio del narcotráfico y sus derivados.

Por un lado se proponía “”vivir sin miedo”, “aumentar las penas” incluso para adolescentes y, más cerca en el tiempo, apareció el “se acabó el recreo” del general Guido Manini, expresión tomada del derechista italiano Matteo Salvini.

La coalición de gobierno bebe en la fuente del punitivismo absurdo. Sigue una corriente -que por momento arrecia – que contiene una sola herramienta para combatir el delito: represión y aumento de las penas. Las experiencias empíricas en el mundo dicen todo lo contrario: los delitos no bajan, aumenta el número de presos, como las cárceles no dan abasto crece el hacinamiento, la violenta carcelaria y la “fábrica” de delincuentes se refina aún mas. Es interesante la discusión que esto genera. Porque por un lado se muestran los punitivistas, adoradores del garrote, y por otro los que se oponen a esas políticas, ensayando distintas experiencias de transversalidad y contención social. Estos últimos, según el relato neoconservador, son presentados como defensores de los delincuentes. Y ese discursito demagógico prende en muchos ciudadanos afectados por los niveles de violencia que se observan a diario y que nadie ha resuelto.

LOS PICHIS

Otro elemento clave del relato epical conservador, son los pobres. Durante los 15 años de gobiernos de izquierda hubo una fuerte presión en los medios a través de los portavoces hoy en el gobierno. Decían, por ejemplo, “le damos plata y no le exigimos ninguna contraprestación”; “debemos enseñarles a pescar y no darles pescado”; “se gastan la plata del Mides en celulares”; “a los pichis hay que obligarlos a trabajar”. Ese discurso funcionó con otro concepto ampliamente difundido: “son pobres porque quieren”, lo que traducido daba que no habían hecho méritos; la “meritocracia” con traje elegante caminando por las calles, plazas y redes. (Oculto, detrás de la demagogia, está el cuestionamiento al Estado y a las políticas que de el surjan para tener una convivencia armónica, inclusiva, equilibrada y democrática).

Ahora en el gobierno, hacen lo mismo que antes con los sectores mas pobres e incluso han fortalecido algunas políticas como consecuencia de la pandemia. Los pichis no eran tan pichis. El tema es relevante porque caló en algunos ciudadanos autopercibidos de izquierda. ¿Que pasó? Sobre todo en estratos medios altos, el Irpf pegó fuente. Claro: tienen sueldos altos. Desde lo moral, no podían patear porque un reclamo por esa carga impositiva, rebelaría el sueldo que perciben. Entonces, la bronca (oculta) se transformó en un reclamo con otras características: “que hacen con mis impuestos”, “yo como contribuyente exijo que se gaste bien”, “están gastando mal mi plata”.

Eso permeó a vastos sectores medios y junto a otros fenómenos hizo que la izquierda perdiera pie y las elecciones.

La batalla cultural actual -que tiene otros componentes como el miliquero (abramos la “Cárcel del Pueblo” y mostremos lo que hicieron los tupas, pero no digamos que ahí se torturó durante la dictadura) – es un interesante desafío intelectual para el progresismo. (Al mismo tiempo, nos exige mirarnos adentro sin trampas).

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