Hoy en Vida Digital vamos a conocer más sobre los mecanismos que el odio está moviendo en Internet y que, cada vez más, están impactando en la vida de las personas.
Escuché muchas veces en las últimas semanas que, para que alguien llegue a asesinar a una figura pública, es necesario un escenario de escalada de odio a nivel general que desemboque en este tipo de accionar.
Dicho de otra forma: cuando una persona cree que es necesario descargar el cargador de una pistola en la cara de una vicepresidenta, o apuñalar a un candidato a presidente, el ambiente general de convivencia ya está bastante, sino del todo arruinado.
La violencia está en todas partes: en casa, en la cancha, en el trabajo, en el tránsito y también está, claro, en el mundo digital.
Ahí, es tal vez donde mejor se ha acomodado, trabaja en silencio, llena de odio, desde lo anónimo y alcanzando niveles que no vemos ni en las imágenes que llegan desde Ucrania o algún rincón de África.
Intenté dos veces preparar está columna antes, pero abandoné en el camino hundido en el pesimismo más puro. Dicen que la tercera es la vencida.
Mientras hablo frente a este micrófono, mientras Pilar y Seba me miran, mientras vos, del otro lado, andá a saber qué estás haciendo, hay sitios en internet, que organizan el odio y la violencia.
Uno de ellos, el más conocido y al cuál no voy a nombrar, reúne a personas de distintos puntos del mundo con un objetivo concreto: destruirle la vida a otros.
Quienes participan de este sitio web, que no es el único en su tipo, odian particularmente a las personas LGTBQ, a las personas con trastornos del espectro autista, a las feministas, entre otras minorías.
Y como las odian, dedican su tiempo a destruirle la vida, específicamente a llevarlas al suicidio. Para esto, vale todo: envían correos a sus jefes inventando cosas para que los despidan, amenazan a amigos y familiares, realizan denuncias falsas ante la policía, filtran imágenes sexuales, conversaciones, mails privados, insultan, acosan, persiguen en el mundo digital y en el mundo real.
En éste sitio web había hasta hace poco un contador público que llevaba la cuenta de a cuántas personas habían logrado llevar al suicidio. ¿Terrible no? Pues hay más.
Clara Sorrenti, una activista trans canadiense, abrió la puerta de su casa un día para encontrarse con un policía apuntándole a la cara. La policía local había recibido correos falsos en los que se indicaba que Sorrenti estaba planeando distintos atentados.
Parece un malentendido, pero no termina allí. Los miembros de está página web hackearon hasta su cuenta de Uber, amenazaron a su familia, la acusaron de pedofilia con sus antiguos jefes y finalmente la hicieron huir del país. Viajó a Irlanda del Norte, y allí también la encontraron, el hostigamiento siguió, y ella, con más herramientas que la mayoría de nosotros, logró llamar la atención sobre el caso y en una campaña bastante fuerte, convenció a la empresa que alojaba el sitio web en cuestión, que dejara de hacerlo.
Esto aconteció el 3 de setiembre pasado. Hoy, la página ya cuenta con otra empresa que la aloja.
Algunos países como Nueva Zelanda la prohibieron directamente, luego de que sus usuarios propagaron y transmitieron una masacre en vivo de una mezquita donde fallecieron varias personas. Porque claro, el odio también tiene a los musulmanes en la mira.
El “emprendedor” que hoy aloja este sitio web es conocido por brindar servicios de Internet a sitios de extrema derecha o neonazis.
Pero el problema no empieza ni termina con está página, existe también toda una enciclopedia de trolls con contenido racista, sexista y violento que reúne información sobre las personas acosadas y que está linkeada a al menos un tiroteo escolar en los Estados Unidos.
Gente organizada en el mundo digital para odiar.
De Donald Trump, a Patricia Bullrich, de Bolsonaro a Graciela Bianchi, los dirigentes que están escupiendo odio en Internet de forma permanente son tan sólo el primer escalón en el infierno de la violencia.
Está el comentario en Twitter lleno de rabia, luego se baja un escalón y nos vamos a algún portal a comentar las noticias, luego entramos en reddit o tumblr para participar de algún foro.
A medida que descendemos en la mierda vamos siendo menos, pero nos vamos encontrando con personas que piensan igual que yo, con el cerebro igual de limado que nosotros, cada vez más dispuestas a pasar a la acción.
Hemos entregado tanto a nuestra vida digital, que no somos conscientes de lo que podrían dañarnos, a veces incluso, sin la necesidad siquiera de hackearnos.
Y el odio, el más extremo odio, ya está trabajando.