Tras ocho meses de negociaciones, La Celeste aún no confirmó quién será el rival de la segunda fecha que dispuso la ventana FIFA para jugar amistosos. Firmado el contrato para jugar contra País Vasco en Bilbao, el segundo encuentro podría ser con un rival africano de fuste y que remueve la memoria de los uruguayos. La lista de reservados por Marcelo Bielsa debe salir este fin de semana.
Era el 2 de julio de 2010 y los sudafricanos pasaron del grito por su selección, la “Bafana Bafana”, al aliento por el campeón de África: la “Baghana Baghana”. Era el único seleccionado africano en el principal torneo de fútbol del mundo: la Copa FIFA.
Este jueves 22 se conoció la noticia a través de El Observador. La selección de Marruecos, gran sorpresa de la última Copa del Mundo, no jugará contra Uruguay en el segundo partido amistoso a disputarse en marzo.
Tal como informó M24 Portal, el primer duelo será ante la selección de País Vasco, rival que venció en los dos partidos que jugó ante los uruguayos, en 1998 y 2003. El técnico de la selección uruguaya, Marcelo Bielsa, dirigió a los vascos del Athletic Bilbao entre 2011 y 2013, con singular éxito. Por lo cual se aguarda una excelente recepción con La Celeste que ya dispuso a la ciudad de Bilbao como sede para su estancia en marzo.
Selección Vasca llamó a la AUF para jugar un amistoso con la Celeste dirigida por Marcelo Bielsa
Pero el partido del invierno sudafricano siempre vuelve. Hay negociaciones entre dirigentes de la AUF para que el segundo partido sea ante la selección de Ghana. Tras 14 años y un evidente cambio generacional, el partido no puede ser una revancha y no puede tomarse como aquel encuentro de la Copa del Mundo. Pero a cualquier uruguayo que le guste el fútbol se le eriza la piel nuevamente al recordar el roce de la camiseta celeste que contiene aquel grito de gol.
Uruguay jugará en marzo contra País Vasco y Marruecos en la fecha FIFA
Crónica del partido Uruguay - Ghana, el más emotivo del Mundial de Sudáfrica 2010
Johannesburgo, una de las sedes del primer mundial de fútbol en África. Los dirigidos entonces por Óscar Washington Tabárez lograron una meta histórica: primeros en el Grupo A tras un empate con Francia, la campeona regente, y victorias ante México y los locales, los sudafricanos de la Bafana Bafana. Atrás también quedaron los octavos de final, victoria celeste contra los coreanos del sur. Pero este era un partido distinto.
Muslera; Diego Lugano y Mauricio Victorino; Maxi “el Mono” Pereira y Jorge Fucile; Álvaro Fernández, Diego Pérez y Egidio Arévalo Ríos; Diego Lugano, Edinson Cavani y Luis Suárez, sabían que estaban ante una cancha más grande que el Soccer City. Jugaban contra África.
El fútbol moderno suele disfrazar las emociones detrás de estadísticas, mercados, publicidad, pases al ras del piso y las transmisiones de fútbol. Pero ese fue uno de los partidos más emotivos de este siglo. Y, capaz, entre los más dramáticos de la historia de este deporte.
Los “Black Stars”, la selección ghanesa, además, fueron pioneros del balompié africano ya desde la época colonial inglesa. También eso se jugó en la noche de Johannesburgo.
Al inicio no pareció, Uruguay jugó muy bien la primera media hora, incluso con una gran oportunidad de Diego Forlán. Pero el tiempo pasó, Lugano se lesionó y ya no jugó el resto del Mundial, y Fucile protagonizó una caída contra el piso dramática. Como Juan Eduardo Hohberg en 1954, el “Fuchi” asustó a todos. El lateral resucitó, tomó agua, arrojó la caramañola y confirmó que se quedaba en cancha, al igual que aquel histórico mundialista a punto de romper “el séptimo sello” en Suiza, gambeteando la tragedia. Y después, en el minuto de descuento del primer tiempo, gol de Ghana. Muntari, desde lejos y a lo macho, remató “por las dudas” antes del final de la primera mitad y la clava contra el palo izquierdo de Muslera. Y terminó el primer tiempo.
La Celeste de Sudáfrica, contra todos
El segundo tiempo empezó raro. Un penal no cobrado contra Cavani recordó a los Celestes que esto era más que un partido. Victorino da pase a Fucile y, antes de lanzar el centro, falta contra el lateral. Y Diego Forlán, Bota de Oro del Mundial, lanza un remate tan incontrolable como la propia fama de la Jabulani. Es que tiene tres meses acumulados de entrenamientos con el balón mundialista, gracias a que le puso ese extra que siempre hace al talento subir un escalón al cielo. Como cada vez que Uruguay marca un gol y celebra.
Después del empate, la presión. Ghana y su fútbol, África, la FIFA. Suárez tuvo jugadas claras, podíamos. Y Tabárez cambia a Cavani por el “loco” Sebastián Abreu. Pero el segundo tiempo se fue con el empate.
El alargue, el penal de Suárez y la “Panenka” del Loco
Después de los 90 minutos oficiales llegó el alargue. Físico, crudo y encarnizado, las faltas se sucedían pero algunas tenían más sanciones que otras. Sobre todo si eran cometidas por uruguayos.
Y cuando no también era contra Uruguay. Como cuando Dominic Adiyiah simula una falta adelante del lineman. Olegário Benquerenca cobra, no ve a ninguno de los jugadores africanos en off-side, que lo estaban, el juego sigue y el árbitro cobra la mano de Suárez en la línea de gol. Lo expulsa. Parecía la despedida porque era la última jugada del partido.
Pero, al ritmo de Suárez, pasamos del llanto al grito de algarabía. No podíamos perder ese partido. El remate impactó contra el palo y Asamoah Gyan coqueteó con el olvido. Fue capitán, fue símbolo de los Black Stars, pero ese partido no fue su gran noche. Jamás perdonó a Suárez y siempre reclamará revancha. Incluso intentó ponerse en forma para jugar contra el Uruguay del último mundial.
Y llegó la tanda de penales. Perfectas ejecuciones de grandes jugadores de fútbol. Forlán, el propio Gyan, Victorino, Appiah y su arenga al pueblo africano, Diego Scotti. Y la soledad de Fernando Muslera que compartió su soledad con besos a los únicos compañeros de un arquero en una tanda de penaltis: los palos del arco. Gesto que sirvió para darse confianza ante el débil remate del capitán ghanés, John Mensah. El “Mono” Pereira remata muy por encima. Pero Muslera volvió a detener otro remate, ahora de Adiyiah, de gran partido. Si el “Loco” convertía, éramos una de las cuatro mejores selecciones del mundo.
Sebastián Abreu es un tipo de experiencia. En 2010 tenía 34 años. Famosa es su personalidad, colorida y fresca. En la noche más dramática de ese Mundial, la sonrisa cómplice la guardó en complicidad con su alma. Serio, caminó despacio, muy lento, para que la densa niebla de la presión se dirija al arco. A Richard Kinson, arquero de África. El estadio de pie. La Jabulani, loca e impredecible, en el punto penal. Toma carrera, zancadas duras, acelera el paso, va, ¡remata! Pero el golpe suave eleva el balón y funde a todos los habitantes de uno de los países con la más rica historia futbolística en un mismo abrazo, en una misma complicidad, mientras la pelota sigue su descenso.
El loco la picó. A lo Antonín Panenka en Alemania 1974. Como ya tantas veces lo hizo Abreu. Y todos lo sabíamos.
Lo que sigue es historia. Derrota injusta ante Holanda y cuarto puesto frente a Alemania. Fue un gran mundial y, sobre todo, una gran historia. Que siempre estará viva en cada partido celeste. O cuando tengamos la oportunidad de jugar contra la selección ghanesa de fútbol, de gran historia en su continente, para unir nuevamente, si se concreta el partido, a dos pueblos futboleros atrás de una pelota en la próxima segunda quincena de marzo.