El diario argentino Clarín organiza un ciclo de charlas que denomina “Democracia y Desarrollo”. Este martes 17, el invitado fue el mandatario uruguayo, Luis Lacalle Pou, quien sostuvo que su deber como presidente es abrir el país al comercio mundial. “Si nos abren el mundo nosotros vamos a andar bien seguros”, aseguró.
Para Lacalle, "Uruguay tiene que hacer las cosas para beneficiarse de la globalización”, que calificó como “una gran bendición para una nación como la nuestra". En ese marco, aseguró que “el derecho internacional vigente en el Mercosur nos habilita a avanzar en la flexibilización”.
E insistió: “Uruguay necesita abrirse al mundo. Si se quiere acompañar, se acompaña, sino con gusto vamos solos y no vamos a violentar el Mercosur”. Añadió que, en su reciente visita a Paraguay, el presidente Mario Abdo "no tuvo una actitud tan negativa a la apertura de Uruguay al mundo".
“Yo no soy un enamorado de los TLC. No creo que sean la panacea los TLC. Si podemos conseguir cuotas en productos agropecuarios, extender nuestra producción de software a Estados Unidos que es muy grande -creo es la más grande per cápita del mundo o pega en el palo- si se nos abren nichos en el Reino Unido, que voy a visitar ahora a partir del sábado, podemos bajar algún tipo de arancel; tenemos los acuerdos de complementación económica de Aladi que podemos usar con Perú para exportarle arroz. Hay que abrirse al mundo”.
Por otra parte, según destacaron los diarios El País y El Observador, una de las principales diferencias entre Argentina y Uruguay es su estabilidad política. “Primero, en Uruguay después de la dictadura los gobiernos empiezan y terminan”, subrayó Lacalle. También mencionó las transiciones entre gobiernos y el respeto irrestricto a la separación de poderes.
En último lugar, aseguró que Uruguay mantiene políticas de largo plazo. En nuestro país, dijo, los ciudadanos “son muy duros, muy contundentes electoralmente y en la crítica cuando hay procesos refundacionales”. El Plan CAIF, la Ley de Puertos y el Plan Ceibal, fueron los tres ejemplos concretos que postuló ante el auditorio, compuesto por empresarios y dirigentes argentinos.
Interpretó la política uruguaya de esta forma: “No somos un país movimentista. Somos un país con partidos políticos, entre otras cosas, los más viejos del mundo. El nuestro (Partido Nacional), desde 1836 a la fecha. Y eso hace que los indignados, los movimientos de la plaza, llámele según cualquier país, canalicen esa molestia crítica a través de los partidos políticos, que llegan al Parlamento y posteriormente si tienen el visto bueno al gobierno nacional”.